Reflexiones en torno a la estructura de un grupo de encuentro gestáltico-transpersonal
A estas alturas considero que es importante reflexionar acerca de mi concepción de un grupo de encuentro gestáltico-transpersonal dentro del marco de mi propia experiencia personal. Para este propósito me he apoyado en el libro «Iamness» de Ian Kent y William Nichols, porque me parece que contiene una de las descripciones más acertadas de un taller transpersonal que he leído.
No puedo descubrir quién soy hasta que no haya averiguado quién no soy. En este contexto debemos aprender por nuestra experiencia, no por teorías de libros, en qué forma hemos sido condicionados para pensar que somos este ego-self, esta identidad social que los otros han proyectado en nosotros y a la cual nos hemos aferrado firmemente en nuestra ignorancia. En consecuencia, los primeros pasos de la terapia existencial transpersonal se asemejan a una forma condensada de psicoanálisis, pero no debemos permanecer tan solo en el nivel de la exploración de nuestra mente. Tan pronto como hemos comenzado a tener un insight estamos preparados para una pregunta mucho más fundamental que la que se plantea el psicoanálisis. ¿Soy este ego? ¿O soy aquel que está observando este ego? En la medida en la que veo el funcionamiento de mi mente y las formas en las que éste refleja el condicionamiento de mi infancia, me pregunto: ¿Soy la mente que observo o soy el observador? Y si mi convicción de que de hecho soy el observador que no cambia aumenta, ¿qué medios debo emplear para desplazar la identificación hacia este observador? La experiencia de la identificación con el observador parece ser el comienzo de la verdadera libertad.
No hay ninguna garantía de que tales resultados serán de hecho alcanzados. Hay un misterio en torno a la persona humana que la psicología no ha disipado, debid0o a que carece de los medios para hacerlo. Una persona debe elegir su libertad. Debemos optar por romper la identificación con este ego y emprender la búsqueda de aquello que es.
COMENZANDO
El primer paso en el proceso de la toma de consciencia de quién soy debe ser la comprensión de aquello en lo que me he convertido. Desde mi nacimiento he sido objeto de una avalancha gigantesca de influencias provenientes de otras mentes, hasta que mi verdadera identidad ha sido sepultada hasta tal grado, que casi la he olvidado por completo. Lo que permanece es un descontento, un anhelo, que me recuerda a donde sea que vaya, en medio de todos los placeres que la vida me puede ofrecer, que todavía no estoy en casa y en paz. Si deseo retornar a mi fuente, tengo que comenzar por liberarme de las influencias de los otros.
EL TALLER
En un grupo psicoanalítico se trabaja con el enfoque dinámico, que en un comienzo es compartido por el grupo gestáltico-transpersonal, el cual busca los orígenes infantiles de los conflictos y síntomas actuales. Sin embargo, no se intenta ir más allá del ego. El objetivo de un grupo psicoanalítico es el fortalecimiento del ego. Un ego fuerte es, en ello estoy de acuerdo, necesario en una etapa particular a manera de vehículo. Una vez que esa etapa de despegue se completa, no obstante, debe ser desechado. El ataque directo sobre el ego en una etapa temprana, como a menudo es defendido en la literatura religiosa oriental, es prematuro e inútil. El ego aparecerá como la ilusión que de hecho es, solamente cuando el verdadero «Yo soy» o «Yo no soy» se experimenta. La metodología normalmente utilizada en grupos de encuentro transpersonales no está interesada en la búsqueda de los orígenes remotos de nuestros sentimientos actuales, y hacerlo se desalienta por ser una distracción del aquí-y-ahora. Por otro lado, el aquí y ahora que se enfatiza en grupos transpersonales no es la experiencia presente verdadera de meditación. Es una experiencia cercana-al-presente (Kent y Nicholls, 1972).
Enfáticamente, el grupo de encuentro gestáltico-transpersonal no es una forma alternativa de terapia para problemas psiquiátricos. El entrenamiento atlético intensivo para los Juegos Olímpicos no es la cura para una pierna fracturada. Estos talleres son para personas normales, sea lo que sea que esto signifique, con una sed espiritual por responder la pregunta, «¿Quién soy?»
En la mayoría de los casos, la gente es bastante consciente de algún problema en su vida, algún motivo de tensión y angustia, pero inicialmente se siente incapaz de comunicarse con el grupo de manera honesta y directa. La persona incluso puede suponer que lo está siendo, pero se encuentra con que el grupo no acepta sus afirmaciones como sinceras. La gente usualmente establece una pantalla de humo alrededor del problema, cayendo en cierto grado de bluff, información falsa o racionalización que no le suena a verdadero a los miembros del grupo. Esa es la forma en la cual todos han sido condicionados para comportarse en la vida social.
Para atravesar estas defensas, el grupo no necesita disponer de alguna comprensión psicológica sofisticada. Utiliza la simple habilidad humana, que la gente socialmente es desalentada de usar, para diferenciar una expresión honesta de sentimientos de una manipulación intelectual. Los miembros del grupo saben se están expresando sentimientos genuinos y cuando no, y reaccionan en consecuencia. Insisten en el abandono de pantallas intelectuales de humo y exigen la manifestación de sentimientos auténticos. Pero es posible que sea necesario un considerable período de tiempo para pasar por esta etapa, y que los miembros más experimentados del grupo empleen fuertes técnicas directivas, tales como gritar, golpear cojines, etc. Esta presión conjunta del grupo es una extraña y desagradable experiencia para quienes la atraen por medio de conductas resistentes y defensivas.
Así, cuando un individuo se convierte en el objeto de la concentrada atención del grupo, esta experiencia puede ser muy desconcertante y perturbadora. Es importante no olvidar que el objetivo de esta interacción terapéutica es el desmantelar y estropear las manipulaciones del ambiente de los individuos para obligarlos a acercarse a la situación con sus propias potencialidades. La persona puede sentir que se encuentra frente a un jurado. Pueden desarrollar sentimientos paranoicos de estar rodeados de una docena de psiquiatras expertos y hostiles que son capaces de leer todo pensamiento y que nunca aceptarán nada como genuino. La persona puede sentir que no puede decir ni hacer nada adecuadamente. Esto implica que el participante está experimentando la imposibilidad de manipular al resto de los participantes con el propósito de sentirse aceptado y querido.
Al cabo de algunos meses, es posible que la misma persona participe en otra interacción grupal con un miembro que se comporta de manera muy similar a cómo ella lo hizo en las primeras confrontaciones, pero ahora las cosas se ven muy diferentes. El individuo ve a una persona deshonesta e hipócrita (aunque ahora se da cuenta de que lo más probable es que la deshonestidad y la hipocresía no sean conscientes) que proclama que ha venido por ayuda, pero que utiliza todo dispositivo que tiene a mano, primero que nada para asegurarse de que el grupo no sospeche de cuál es el problema y, en cualquier caso, para evitar la comunicación honesta de sus propios sentimientos al respecto, especialmente si se trata de sentimientos de ira o dolor.
Para encubrir esos sentimientos, personas de diferentes temperamentos adoptan diferentes métodos. Algunos hacen su mejor esfuerzo por permanecer en silencio, sin hablar nunca a menos que se les hable primero y respondiendo tan escueta y poco comunicativamente como les sea posible cuando es imposible evitar el hablar. Otros, a veces la misma persona en una situación diferente, comienzan con largos y elaborados discursos intelectuales o con registros de hechos que aportan, y cuya intención es aportar, nada al grupo sobre cuál es el problema o dónde les duele. Algunos dan una convincente actuación de estar sinceramente interesados en los problemas de todos los otros, pero no dicen nada sobre los propios. Otros ofrecen pedazos de la verdad al grupo, reteniendo hechos y sentimientos esenciales. Miembros experimentados del grupo sabrán bastante bien, basándose en su propio comportamiento pasado, que todos estos y otros mecanismos son adoptados deliberadamente con el propósito de proteger los pensamientos y los sentimientos que le impiden a la persona realizar quién es. Existe una variedad de otros métodos de encubrimiento que los participantes utilizan, paradójicamente, para evitar la confrontación con aquello que loe llevó a integrarse al taller en primer lugar.
Estamos condicionados para vivir una vida casi esquizofrénica. Cuando hablamos con alguien, existen dos o más niveles de comunicación: el que estamos expresando verbalmente y el diálogo o diálogos interno(s) que nunca comunicamos.
En la medida en que pasa el tiempo, el miembro del grupo comienza a desarrollar una transferencia sobre el grupo. Puede formar una especie de transferencia múltiple que sigue casi el mismo curso que la relación del individuo con el analista en terapia. Ve al grupo en su totalidad como una figura paternal. Su supuesta autoridad se siente muy fuertemente, y un miembro no hará nada sin considerar cómo responderá el grupo a lo que quiere hacer. Aún más tarde, una gran confianza en el grupo puede desarrollarse. Sentimientos y acciones serán comunicadas fácilmente y con poco miedo. En esta fase el miembro puede no seguir considerando al grupo como figura paternal y, en cambio, estará convencido que no tiene otro deseo que ayudarle a encontrar su verdadero self (Kent y Nicholls, 1972).
RESISTENCIA
Mientras crece gradualmente, la confianza sobrepasa la resistencia que cada uno experimenta fuertemente durante la participación inicial en el grupo. La resistencia tiene muchas formas y causas: primero que nada opera para prevenir la ampliación de la consciencia y para sustentar, en la mente, el condicionamiento primariamente establecido en la infancia. Estos programas conductuales condicionados fueron aprendidos como adaptaciones por parte del niño en su interacción con sus padres y quizás sus hermanos. Nacido con unos pocos programas puramente instintivos, el niño rápidamente aprende a adaptar su comportamiento a las características que experimenta en la pequeña sociedad donde nace. Este primer entorno es muy amenazante. El niño no sólo es indefenso a estos gigantes, sino que además sus padres no sólo ven a un niño, sino que, por medio de la proyección, a su propio padre o a su propia madre. Inconscientemente desplazan sobre él sentimientos que retienen respecto de sus propios padres. Incluso a los adultos les cuesta resistirse al poder de una proyección fuerte que hace otro adulto. Uno solamente puede imaginarse lo difícil que debe ser para un niño pequeño resistirse a la fuerza de la proyección inconsciente de un adulto.
El niño no responde tanto a lo que sus padres verbalmente le comunican, a su mente consciente, o a las buenas intenciones que tienen respecto del niño, y por las cuales se consideran buenos padres e intentan actuar en consecuencia; los niños responden a los sentimientos presentes de sus padres hacia ellos, las manifestaciones de su comportamiento total, estén o no ellos mismos conscientes de ello. Por lo tanto, el niño está expuesto al condicionamiento no tanto por los pensamientos conscientes sobre él, sino por las proyecciones inconscientes de sus padres (Judd, 1968). Debido a que el niño es condicionado a través de un proceso de adaptación a un ambiente dado con el fin de sobrevivir y funcionar exitosamente en éste, las consecuencias principales de este proceso pueden graficarse como sigue: primero, los programas que adquiere la mente del niño son de una complejidad mayor de lo que el simple modelo freudiano sugiere, y segundo, una vez establecidos los programas, éstos son extraordinariamente fuertes debido a la amenazadora situación de emergencia en la cual fueron adquiridos. Es así que el fenómeno de la resistencia es una simple consecuencia de la adaptación original a ciertas tensiones. Esta adaptación, una vez condicionada en la mente, se convierte en un programa que determina el comportamiento futuro mucho después de que la situación que lo produjo sea relevante y el programa tenga alguna contribución positiva que hacer. El grupo de encuentro gestáltico-transpersonal puede ayudar a deshacer este tipo de programas.
Otra razón para la resistencia proviene del hecho de que el condicionamiento original ocurrió en circunstancias de miedo. Debido a ello, el descondicionamiento efectivo involucra el recuerdo del miedo y la tensión originales para demostrarle a la mente que ese miedo ya no es apropiado en el presente. Dado que no queremos experimentar nuevamente tal miedo, una persona puede gastar mucha energía evitando su confrontación.
MÁS ALLÁ DEL EGO
Finalmente, la resistencia se debe al miedo a la situación desconocida de encontrarse sin todos aquellos programas que hemos llegado a considerar como partes de nuestra identidad. El miedo a la nada. Al vacío. Sin mis programas, temo que no seré absolutamente nada. Este miedo está, quizás, íntimamente relacionado con el miedo a soltar el control sobre los propios sentimientos. Pero, ¿cuándo hemos alguna vez tenido el control? La persona programada está bajo el control de sus propios programas, instalados por personas que a su vez no estaban en control de sus propios programas.
Pareciera que soltar el control, entrar en la desprogramada nada, es el primer paso hacia la libertad. Ahora emerge el miedo final, el miedo existencial a la nada comienza a abrirse ante nosotros en la medida en la que vamos más allá del territorio familiar del ego (Kent y Nicholls, 1972).
Con independencia de cuan lejos cualquier forma de terapia humanista o transpersonal puede llegar con el objetivo de trascender el ego, la terapia está siempre ocupada de la mente y su funcionamiento. A no ser que este tipo de taller nos deje en el umbral de la meditación, de la no-mente, no será más que cháchara y juegos mentales.
Extracto del libro «Beyond the Limits of Experience», por Sw. Anand Vikrant/Alejandro Sentis.
Traducción por André Sassenfeld J.